lunes, 6 de octubre de 2008

Días de huevo, vesanía frente al espejo

Hoy día es como uno de esos días en los que no tienes ganas de salir, porque el Sol no ha salido o porque no hay agua en la tetera, esos días en los que te vuelves aceite y te sientes pesado y terriblemente amarillo. Lo único que queda es visitar ese viejo espejo.

Lo ves a los ojos y te da miedo porque en cualquier momento saca su puño y te golpea y te escupe y te deja pidiendo agua, así es. Te sientes subordinado, y no tienes fuerzas para sacar tu puño y golpearlo y escupirle y dejarlo pidiendo agua. Es tu peor enemigo y está parado frente a ti, y se mueve y se ríe y tú lo miras de reojo.
¿Por qué lo haces? porque eres débil, porque te da vergüenza, porque sabes que él te conoce más que tú a ti mismo, porque el conoce todos tus secretos y porque él también tiene el mismo fuego en los ojos.
Los fuegos discuten, se queman, es anaranjado contra rojo y tú estás al medio, pidiendo ayuda a tus manos que, para ese entonces, ya son meras espectadoras de una masacre sin nombre, un intento de suicidio.

Regresar a mi cuarto, coger el control, apretar el botón del control, soltar el control, mirar el televisor, levantarme despacio, ir a la cocina, sacar huevos, freir huevos, comer huevos, regresar al cuarto, apagar el televisor.

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