Hoy día es como uno de esos días en los que no tienes ganas de salir, porque el Sol no ha salido o porque no hay agua en la tetera, esos días en los que te vuelves aceite y te sientes pesado y terriblemente amarillo. Lo único que queda es visitar ese viejo espejo.
Lo ves a los ojos y te da miedo porque en cualquier momento saca su puño y te golpea y te escupe y te deja pidiendo agua, así es. Te sientes subordinado, y no tienes fuerzas para sacar tu puño y golpearlo y escupirle y dejarlo pidiendo agua. Es tu peor enemigo y está parado frente a ti, y se mueve y se ríe y tú lo miras de reojo.
¿Por qué lo haces? porque eres débil, porque te da vergüenza, porque sabes que él te conoce más que tú a ti mismo, porque el conoce todos tus secretos y porque él también tiene el mismo fuego en los ojos.
Los fuegos discuten, se queman, es anaranjado contra rojo y tú estás al medio, pidiendo ayuda a tus manos que, para ese entonces, ya son meras espectadoras de una masacre sin nombre, un intento de suicidio.
Regresar a mi cuarto, coger el control, apretar el botón del control, soltar el control, mirar el televisor, levantarme despacio, ir a la cocina, sacar huevos, freir huevos, comer huevos, regresar al cuarto, apagar el televisor.
No volveré a escribir...
Hace 12 años.
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