Subí rápidamente al tercer piso para ver la luna, el suelo estaba totalmente iluminado, podía ver mi sombra moviéndose,siguiendo
ritmicamente todo lo que hacía, me sentía el amo y señor de su voluntad, y mi voluntad ahora le ordenaba que mirara la luna, el perro tirado en su cama, podía distinguir los colores de su pelo. Me puse a ver la luna por aproximadamente 10 minutos. Nunca había visto una luna tan blanca y brillante, sentía que no había vivido lo suficiente. Lima a esa hora callaba todo lo que había hablado en el día.
Al día siguiente fui al colegio como todos los días tomando en la avenida La Molina el micro de cada día, tuve una pequeña discusión con el cobrador. Algo se venía cocinando. Al llegar, no pude esquivar la sorpresa. Julio no había ido al colegio. ¿Julio? ¡Imposible! Tuvo que haber pasado algo muy malo como para que falte, un alumno así no es de los que falte a menudo.No era el mejor amigo de Julio ni mucho menos, pero compartíamos ciertas cosas, como sus gustos hacia esos terribles snacks que habían hecho estragos en mi cara. El día en el colegio pasó como suele pasar, sin nada nuevo para mi, la ausencia de Julio ya era algo de lo que nadie hablaba, "mañana le preguntamos que pasó".Tenía una ventaja sobre los demás para saber que había pasado, Julio vivía a unas cuadras de mi casa. Después de clases iba ir a averiguar que había pasado.
Salí de mi casa un poco apurado, quizás muy dentro intuía lo que había pasado, pero mis piernas no le respondieron a mi cerebro, me caí.
Me entro un miedo terrible, miedo de un día estar y al otro no estar, miedo de no ver jamás esa luna, miedo a la muerte, a dejar todas las cosas a la mitad, a que me olviden, a escuchar lo que digan las otras personas sin poder defenderme, a no oír nunca mas las risas de Brenda, a morir.
Salí ahuyentado de la casa de Julio me volví a caer, tenía que llorar TENÍA QUE! pero no salía, eran las lágrimas amontonadas en mis ojos, que no querían salir y se habían ido al corazón, tenía muchas ganas de escapar y eso hice.
La desgracia tocó al colegio a la mañana siguiente, todos en el aula estaban en silencio, eran pocos los atrevidos que hacían bromas y eran sobre todo los que no habían conocido tan bien a Julio. Era primavera, había un sol desgarrador pero todos sentíamos frío, la muerte pasó muy cerca de nosotros, y nos dejó una lección a todos. A nuestra edad pensamos en la muerte como una opción muy ajena, lejana y efímera, una realidad que sólo a los malaventurados les toca vivir, a los que se han portado mal, a nosotros no. Pero no es así, la muerte de Julio nos deja el sinsabor de haberlo podido disfrutar más, nos deja las ganas de escucharlo una vez más, cuando alguien muere, su silencio es lo peor que deja. A mi me dejo mas de mil preguntas quería saber para que demonios estamos aquí, si es para volver a irnos, para que compramos tantas cosas si igual las vamos a dejar, quería preguntarle varias cosas, ahora que ya sabía realmente el valor de la vida, ya que nosotros, como "vivos" no podemos juzgarla porque no seríamos imparciales. Durante muchos tramos de mi vida me gustó la idea de ser para siempre, pero hubiera tenido que soportar cosas así toda mi vida.
La semana siguiente fue de reflexión, me puse a pensar si Julio había estado viendo esa misma luna esa noche, su ultima luna. Aun tenía sus palabras en mi oído y no pude evitar algunas lágrimas, esas que por ser hombre nunca se deben salir pero salen. Pensé en su mamá y lo duro que debe sentirse perder a un hijo, decirlo suena redundante, suena obvio pero es así. Pensé en que tipo de cosas le puedes decir a una madre cuando pasa por eso, ¿qué tema vendría bien (si es que alguno viene bien en momentos así)?. Pensé en su cuarto, a partir de ahora será como una estación para llorar, porque en momentos como estos, recordar es igual a llorar.
Cuando terminó la semana termine odiando a Julio, pero no de la forma mas común, era como un odio agradecido, me había hecho pensar demasiado y estaba vulnerable a cualquier cosa, creo que enferme, me di cuenta que este tipo de cosas me fortalecían, lo odiaba porque se había ido pero estaba agradecido por lo que me había dejado y por lo que me hizo aprender tan de prisa. Aprendí a superarlo, ya me siento preparado para muchas cosas que vendrán, no para todas, muchas. Con su muerte me enseño mas de lo que algunas personas me intentan enseñar en toda su vida, aun no tiendo mi cama por las mañanas.
A partir de ese día todos los días subia al tercer piso y buscaba la luna, habían días que no estaba, no sé si estaba rezando, no lo sé.