jueves, 4 de diciembre de 2008

Como las polillas que se golpean contra la luz

Se puede oler mi sangre, me golpea y yo la veo a los ojos con cara de pena y miramos su mano contra mi barriga hundida, ella con la sangre entre los dientes y yo sin poder respirar. Sus garras se hunden en mi espalda y yo grito aaaaaaahh, grito mucho, y la muerdo y ahora me clava sus garras con más ganas y con más cólera.

La detestamos pero no nos queda otra, nos vamos contra ella uno dos tres y ya estamos volviéndolo a intentar, agitamos nuestras alas y ella nos recibe con sus garras y nos zarandea y nos deja exhaustos tirados en el aire volviéndolo a intentar.

Finalmente, me vuelve a usar, no le parece suficiente y escucha todo lo que digo y se lo devora con un hambre infinita, mis palabras pasan por su esófago, su estómago, su intestino delgado, su intestino grueso y me lo devuelve con más ganas mías que suyas.

¡Una vez más! y ya estamos cansados, rendidos, pero no hay otra, es nuestro destino. Volaremos hasta acá para golpearnos y sacarnos la mierda, pero esa es la única forma. No hay otra forma y si la hubiera no sería tan buena como esta, así vivimos, así morimos, desgarrándonos veinte centímetros cuadrados de piel cada día.

Pero la amo.

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