domingo, 28 de diciembre de 2008

Ganas de un delfín

Hoy tenía ganas de matar un delfín, muchas ganas, así que salí rápidamente de mi casa y fui a buscar uno.

En el camino, pasando la calle de los algarrobos gigantes me encontré una hamburguesa que venía directamente hacia mi boca, era de las grasientas, las que llevan mucho ketchup y mayonesa así que le escupí (siempre me han gustado las salchichas), por mi cabeza pasaron las polillas que siempre vienen a fastidiar, maté siete de un puñetazo, estaba muy contento, quería matar a un delfín.

Llegué al lago de los delfines morados, escogí al más contento y me acerqué, mis zapatos se mojaron y mi pantalón también pero matar a un delfín siempre es algo que me llena de placer y, generalmente olvido lo que sucede alrededor.

Me puse a su lado y lo cogí de sorpresa, el imbécil no se dio cuenta y eso hizo más fácil poder agarrarlo, lo tenía entre mis brazos por fin.

El cetáceo de mierda no se dejaba matar, gritaba como un malparido, me decía "¿qué carajos quieres? loco de mierda" y yo sólo me enfocaba en su cuello. Como era muy resbaloso y escurridizo decidí que tenía que golpearlo fuertemente, le di un buen rodillazo en la jeta y luego una patada en la parte donde quedarían los testículos si fuese humano.

El delfín me gritaba injurias que yo aún no conocía mientras lo tenía sujetado por el cuello y eso me daba más ganas de golpearlo y de matarlo, pero era fuerte.

-No serás el primer delfín que mate- Le dije

-¿Acaso me vas a matar, imbécil?-Respondió

-Esa es la idea

-Este lago se secará muchas veces antes de que tú me mates, estúpido humano-me dijo

-No me vengas con mariconadas, tú sabes que soy más fuerte que tú.

Sin que yo me diera cuenta todos los delfines del lago se me habían acercado, los idiotas habían hecho una ronda a mi alrededor y hablaban en su idioma y en el mío, tenían la mirada de la sangre, la que se da antes de un poco de sexo violento, pensé que sería mi fin pero me acordé, oh gracias a dios que me acordé de la navaja que traía en mis pantalones.

Saqué la navaja y fui destrozando uno por uno a los delfines que se iban acercando, unos cuantos me golpearon las bolas, pero un dolor así no se compara con el hecho de matar delfines, yo venía por uno, me llevé a siete de un navajazo. Qué feliz soy.

Seguía matando a más delfines hasta que me encontré con el que había empezado, estaba muy molesto, juro por Dios que le quería partir la cara pero, ya estaba muy cansado y mojado, me había empezado a hacer frío, el hijo de puta me miró y me dijo "ahora pues cabrón, somos tú y yo, haz matado a mis hermanos, ¿viniste por mí? acá me tienes". Pero yo ya no quería pelear, estaba muy cansado y mojado, y el delfín me había empezado a caer bien así que salí corriendo del lago, mientras el delfín chapoteaba y se daba cuenta que le había dejado de regalo un golpe mortal en la barriga, agonizaba.

Estaba a punto de llegar a mi casa cuando de nuevo vinieron las polillas, esta vez si estaba débil así que no pude matar a ninguna, ellas se aprovecharon de esto y me golpearon.

Llegué a mi casa muy cansado y le dije a mi mamá "Mami, por favor sírveme un poco de helado de fresa, estoy muy cansado" y subí a mi cuarto, mi madre gritó "Está bien hijito".


Estaba mirando televisión riéndome de lo estúpido que se veía el mundo a través de la pantalla cuando mi mami subió con el helado de fresa
-Aquí tienes mi amor- me dijo
-Gracias mami- le dije
-¿Más tarde quieres acompañarme al banco? tengo que hacer unos movimientos.

-No gracias mami, estoy muy cansado, hoy he matado muchos delfines

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